sábado, 23 de julio de 2016

NIZA Y MÚNICH



Los sucesos de ayer han conmocionado a la opinión pública europea. Un sujeto, a la salida de un restaurante McDonald’s, la emprendió a tiros con todo el que se encontraba al alcance de su pistola. Inmediatamente, como sucedió durante nuestro 11-M, un ir y venir de noticias falsas, en el que se vio implicado la propia policía muniquesa, hizo que se aplicara un estado de excepción en la ciudad. Este suceso nos debería hacer reflexionar sobre el peligro y la vulnerabilidad de nuestras sociedades en las que la información sin contrastar hace que se genere un verdadero estado de alarma social que se retroalimenta con la violencia que lo provoca. El principal perfil del moderno terrorismo es su vertiente informativa global.

Fue vergonzoso ver a periodistas preguntando a testigos directos sobre lo que estaba pasando en Múnich, en una práctica frívola de la información cercana a la televisión basura; aparecían muchos testigos que eran siempre gente que no tenía ni idea de lo que había sucedido. Fue vergonzoso presenciar cómo desde la DW a la BBC todas las televisiones hablaban de 3 terroristas, de tiroteos con armas largas en tres lugares de la ciudad hasta el punto de que fuera activado el grupo de élite GSG9. Finalmente se trató de un único “terrorista” que no lo sea posiblemente más allá de lo que una persona normal perturbada pueda serlo, el cual, tras tirotear a los transeúntes y permanecer en la terraza del edificio gritando sin que nadie lo abatiera, acabó suicidándose mientras la policía iba y venía incomodada por los periodistas, en busca de varios supuestos autores que habrían actuado de forma coordinada como sucedió en el ataque de Bataclan.

Lamentablemente, nunca llegaremos a entender qué es el terrorismo yihadista si pretendemos reducirlo todo a categorías comprensibles y previsibles que nos puedan hacer creer que estamos seguros. No lo estaremos.

 Se habla de la peligrosidad de los terroristas retornados. Potencialmente, todos los musulmanes que hayan ido a combatir con el Estado Islámico (EI), son sujetos que hay que controlar, porque vuelven formados para la acción y dentro de los círculos radicales gozan de una fama especial que los convertiría en peligrosos líderes. Siendo esto verdad, conviene dejar claro que los islamistas detenidos en España se radicalizaron en nuestro propio país y que los autores de los atentados de París, Bélgica y Niza están muy lejos de ajustarse al perfil de un combatiente retornado.

 Oriente medio es un avispero en el que pugnan Irán y Arabia Saudí, apoyando chiíes y sunníes. Arabia y los emiratos prestan apoyo al EI para contrarrestar la pujanza chií en Mesopotamia, con la anuencia de Turquía en pleno proceso involutivo contra las ideas aperturistas del clérigo Gülem. En  este contexto, donde Rusia tiene intereses geoestratégicos de gran importancia, hay que entender el auge del Da’esh que había ocupado casi toda Siria en su parte desértica pero que ha sido frenado en la zona poblada por el ejército de Assad, el cual había sido antes objeto de ataque por la oposición armada por occidente, la cual  se pasó con armas y pertrechos a las filas del Da’esh (EI), como sucedió hace años en Afganistán o más recientemente en Libia.

 Hacer una mezcla entre lo que sucede en Siria (y levante, que es como llaman a la zona mesopotámica) con la intervención de voluntarios originarios de los países europeos y el terrorismo reciente, nos lleva a realizar unas afirmaciones referidas en otras entradas a este blog, las cuales, simplificadas, podrían ser las siguientes:

a)      Los ataques terroristas de los últimos meses no han sido perpetrados por sujetos que se ajusten al perfil de retornados. Sólo hubo un contacto en algún caso, con Yemen.

b)      Los autores de los hechos son generalmente europeos de nacimiento que, en muchos casos, antes fueron delincuentes, hecho que debe ser tenido en cuenta para comprender que el barniz islamista pudiera cubrir meras conductas delictivas.

c)       Los autores del 11-M no eran españoles y respondían, en cambio, tanto a perfiles marginales como universitarios. Tampoco parece que tuvieran experiencia militar previa, aunque entonces no existía el Da'esh. Esta afirmación hay que tomarla con cautela, pues quiénes y cuántos participaron en los atentados de Madrid es algo que no está clarificado totalmente.

d)      La conducta radical de atentar contra la colectividad mediante un acto terrorista seguido del suicidio es una conducta que se produce en sujetos que por distintos mecanismos aceptan la inmolación. Es una conducta extraña para personas comunes pero repetida frecuentemente a lo largo de la historia. No ha sido general a lo largo de la historia musulmana, pues el canon prohíbe el suicidio, siendo solo aceptada recientemente en el marco de la guerra asimétrica contra Israel y las potencias occidentales.

e)      El actual yihadismo radical está asociado a la descolonización, la creación de países artificiales por potencias coloniales tras la primera Guerra Mundial y la instauración en los mismos de regímenes que recibieron desde entonces la oposición religiosa-política (ambas cosas son allí lo mismo) de movimientos pietistas que declararon que sus gobernantes eran apóstatas, siendo desde entonces legítima la violencia contra los mismos. El primer movimiento matriz de otros posteriores más decididamente violentos fue el de los Hermanos Musulmanes.

f)       Actualmente se vive el mismo proceso pietista de reislamización expresado en el párrafo anterior por distintos movimientos revivalistas (salafistas) que tienen su expresión masiva en el  Yammat al Tabligh, formado por muchos millones de seguidores de entre los que surgen personajes radicales y violentos en algunos casos. Este movimiento de predicadores es una reislamización que viene sobre la primera ola de principios del pasado siglo relacionada con los Hermanos Musulmanes.

g)      El pensamiento islamista radical se expresa no en una estructura eclesiástica-académica como sucede con las iglesias cristianas, sino en una constelación de corrientes transversales en las que se mezclan y se toleran distintas interpretaciones del canon en las que la violencia no es algo perseguido pero tampoco excluible a priori.

h)      Los radicales detenidos en España lo han sido por proselitismo o visitas de webs o direcciones yihadistas. Estas detenciones han tenido una naturaleza preventiva y mediática, por lo que posiblemente no pasarán en muchos casos de eso, pues la seguridad aconseja no esperar a obtener demasiadas pruebas para consolidar la detención, pero una detención sin suficientes pruebas, como mucho, lo que consigue es quitar de la circulación a algunos elementos durante un corto tiempo (y difundir la imagen de eficacia policial y política).

i)        El fenómeno yihadista francés está asociado al fracaso del liceo para encauzar a los musulmanes de tercera generación al sistema; este fracaso de la educación como mecanismo de homogeneización e integración en un país como Francia con políticos de origen español, griego o húngaro ha sido ineficaz respecto de una amplia capa del sustrato musulmán, donde los valores morales para mover a la integración social no tienen la misma vigencia que entre los sectores inmigrantes de origen occidental.

Por todo lo anterior, no puede simplificarse el fenómeno del terrorismo yihadista a unos perfiles predefinidos dentro de los que hay que encajar a todos los sujetos, recurriendo al perfil del “lobo solitario” para definir a autores de los que, simplemente, no se tiene información, se oculta su mera marginalidad o sus dolencias para intentar explicar desde la óptica occidental de un ciudadano medio integrado lo que no resulta comprensible.

 Prueba de todo lo anterior es el lamentable espectáculo de la policía muniquesa difundiendo por las redes información contradictoria, sin contrastar, provocando alarma social, recurriendo a la reacción extrema y presuponiendo que el atentado de ayer tarde era una acción ejecutada por varios sujetos al estilo de la acción coordinada del Bataclan.

 Tan lamentable como eso es el triste espectáculo que el gobierno francés está protagonizando con el municipio de Niza, tras la publicación de informaciones en los periódicos Liberation y Le canard, donde se establece que la Policía Nacional no estaba en el lugar del atentado durante el mismo, siendo solo una patrulla de la Policía Municipal la que se encontraba al principio de la zona peatonal, todo ello unido a reproches oportunistas referidos a que las fuerzas de la Policía Nacional estaban en París o cubriendo el Tour, ambos previsibles objetivos yihadistas, por lo demás.

En occidente sólo nos miramos el ombligo. No somos sensibles a las masacres de musulmanes por los radicales que ahora están empezando a actuar en Europa. Tampoco comprendemos que sea a nosotros a los que ataquen; como si este tipo de acciones no tuvieran una lógica comprensible al ciudadano medio europeo bienpensante. Nadie sabe que se vienen produciendo atropellos de peatones en Israel de forma sistemática, o que se usan cuchillos para atentar en aquella zona, donde la violencia religiosa tiene unos tintes políticos distintos que hacen que no entendamos la violencia que se viene sobre nosotros.

 Sucede que occidente no está preparado para asimilar la violencia, pues en estas sociedades acomodaticias y sobreinformadas, todo tiene un eco desmedido que es lo que las hace tan sensibles y, al tiempo, tan vulnerables. Esto es así de forma que, sin tener conocimientos sobre hechos o técnicas, en los medios aparecen informaciones erróneas, apresurándose todo el mundo a cumplir con su obligación de explicarse declarando públicamente detalles peligrosos como sucedió en nuestro 11-M durante el cual los medios iban por delante del propio ministro, o anoche en Múnich, donde la propia policía iba a la zaga de las redes sociales. Todo esto  ha sido así tanto como el actual debate en Francia sobre si debiera haberse colocado una contención de hormigón para que el camión de Niza no hubiera podido acceder al paseo peatonal e impedir así la carnicería y si en su lugar se hubieran colocado, que parece que no, dos coches de la Policía Nacional para hacer de barrera, los cuales no habrían hecho más que obligar al camión a subirse por la acera antes de envestir a la gente. También en el país vecino, en estado de schock, los habitantes de Niza abuchearon a Valls porque en la planificación de la seguridad los recursos en el lugar del atentado fueron escasos ya que, además, no se cumplió con la obligación de inspeccionar bolsos y mochilas e identificar sospechosos en el lugar del disparo de los fuegos artificiales, como si esto fuera posible o si, en este caso, hubiera servido para algo. Este debate de Francia, que se pretende zanjar con una comisión de investigación impulsada por Hollande, explica que no se está entendiendo nada en relación a este tipo de acciones sobre “blancos blandos”, como se llama al ciudadano que pasea con su hijo y es muerto, al tiempo que se difunden las imágenes para conseguir el terror de una opinión pública que no quiere saber nada de la violencia, como si no fuera algo real que afrontar.

¿Pondremos un policía en cada autobús? ¿Habrá vigilancia en las iglesias durante las funciones religiosas? ¿Pondremos contenciones para evitar atropellos en las marquesinas de los autobuses? ¿Habrá detectores de metales en los McDonald’s? ¿Tendremos que poner vigilancia en los depósitos de agua? ¿Iremos al cine bajo vigilancia armada?  ¿Cortaremos las calles para no dejar pasar ni al camión de la basura? ¿Sirve de mucho un policía en Atocha equipado con un G36 o un CETME para un eventual enfrentamiento con algún sujeto armado en un anden donde trasbordan los pasajeros? ¿Es eso prevenir, aparentar o asustar? Todas estas preguntas nos conducen al estado primigenio de la legítima defensa, pues el Estado no puede en todas las circunstancias garantizar nuestra seguridad. Ni siquiera la fuerza pública tiene clara su habilitación para proteger a la ciudadanía, como se entiende en las limitaciones a que la propia policía municipal francesa porte armas, al miedo o impericia de los agentes que abatieron al terrorista demente de Niza, quienes no fueron capaces de alcanzar con sus disparos al camión (o no se atrevieron) en un primer momento sino sólo tras disparar muchos cargadores sobre el parabrisas en tiradas erráticas y totalmente fallidas que concluyeron con un tiroteo histérico cuando el conductor estaba ya bien muerto. Tras el atentado del Bataclan se ha autorizado a los policías a portar su arma fuera de servicio (lo que en España nos llena de extrañeza, pues esa prevención está unida a la licencia de armas) y se ha armado a muchas policías municipales (lo que en España se ha hecho arrastrando reglamentariamente una desconfianza del Gobierno hacia la Administración Local incomprensible, que obliga a los agentes a portar sólo armas cortas en un país de cazadores o se les limita arbitrariamente el lote de munición para entrenar, lo que no existe en el caso de tiradores deportivos que no tienen, obviamente, la responsabilidad de preservar la seguridad de los demás).

¿Qué hubiera pasado si el que tenía una cámara para grabar el asesinato del policía caído en el asalto del Charlie Hebdo hubiera tenido un rifle de caza y hubiera abatido a los terroristas? ¿Se habrían evitado muertos si, ayer tarde, en vez de grabar al terrorista en una terraza largamente lo hubiera abatido un vecino desde un balcón? ¿Y si el terrorista llevara un chaleco antibalas, de los que se pueden comprar libremente, al enfrentarse con policías que solo llevaban pistolas y subfusiles incapaces de atravesar dicha prenda? Todas estas posibles limitaciones operativas policiales se explican solo si admitimos que no estamos preparados para enfrentar este tipo de contingencias. 

Nos repugna pensar todo esto; para eso está la policía y el Estado con su monopolio de la fuerza. Lo malo es que quienes así actúan ni siquiera se plantean estos principios; estas acciones se van a volver a repetir sin ninguna duda; habrá muchos más muertos muchas más veces y estas acciones se retroalimentarán con la sobreexposición mediática y la instrumentalización política, especialmente en momentos de cercanía electoral (recordemos nuestro 11-M) y en países con fuerzas extremistas que se autojustificarán para consolidar planteamientos xenófobos y nacionalistas, ya que, insistimos, nuestra sociedad necesita respuestas sencillas para fenómenos muy complejos en una sociedad globalizada.