sábado, 28 de febrero de 2015

ALLOZO

Enrique, todas las mañanas, muy temprano, aún lejana en el tiempo el alba, en la noche profunda de la madrugada, se prepara para volver a su trabajo. Es viajante.

Tiene una tarjeta de visitas que le da un ficticio cargo de "commercial manager" y, como cada madrugada, casi en mitad de la noche, empieza a viajar con su coche de alta cilindrada, su cara bronceada de beautiful people y su smart phone enchufado al encendedor del turismo.

Parado en un semáforo, en la soledad de una ciudad de paso, bajo la luz anaranjada  de las farolas que a destellos se filtraba por el mojado parabrisas, ha visto cruzar, andando, casi al ritmo de las escobillas que iban quitando la lluvia que chorreaba, a una hermosa mujer. Trajeada, con un maletín y cara de cansada ha pasado por delante de él sin reparar siquiera en la presencia del coche. Dos personas se encuentran, no reparan en la otra y nunca más volverán a verse.

Sin muchas ganas de llegar con su maletón con ruedas a entrevistarse con un cliente listo que parece saber más que él de sus propios productos, ha parado en una vía de servicio. Ha dado una cabezada. Cuando se recuperó ya había amanecido; había perdido la noción del tiempo y ya, seguramente, se presentaría con retraso a ofrecer sus productos a ese insoportable comprador.

Antes de arrancar, ha reparado en que, durante la noche, había estacionado junto a un allozo en flor que no había descubierto hasta que lo despertó la luz del día. Se ha bajado del coche y ha tomado una foto de ese gratuito e inesperado espectáculo de belleza al que había llegado durante la oscuridad.

Comprendió que  la vida nos lleva o nos trae; sin que sepamos  cuándo vamos por un camino o por un atajo y ni siquiera si es de noche o de día.

 Para que no sucediera como con la hermosa mujer que se cruzó tres ciudades atrás, como digo, se bajó del coche y con su teléfono "android" tomó una foto de las flores del almendro y de la primavera que se anunciaba. Esa belleza, la estación que va llegando, quedaron archivadas en la tarjeta SIM de su corazón.

Como ya llegaría tarde a la cita, permaneció un rato sentado en el coche, relajado. Un arrendajo llegó volando, tampoco el ave había reparado en él ya que desde el interior del coche observaba en silencio. El animalillo se plantó en la rama de superior del allozo; llevaba una bellota en el pico, estuvo unos segundos, miraba en todas  las direcciones;saltó a otra rama y emprendió el vuelo llevándose la semilla; ignorando totalmente al observador.

Enrique puso en marcha el motor de su Audi  y se volvió para casa. Con suerte vería a sus hijas a la hora del almuerzo.

sábado, 21 de febrero de 2015

EL CLUB DE LOS FELONES MUERTOS

La lectura, como el lenguaje, es la bendición que gratuitamente nos ha sido dada; pero como todos los privilegios, va unida a una severa responsabilidad; decir la verdad y esta verdad ha de cumplirse no solo por lo que se dice sino por lo que se hace o por lo que significa lo que se omite. Cuando se miente sobre una persona, por acción o por omisión, caemos en la más reprobable e inmoral de las conductas: la felonía.

Acabo de leer una novela que trata sobre esto. Es un drama psicológico en el que se entreveran personajes con psiques muy distintas en una trama de intereses urdida por la mentira, el resentimiento y la envidia enfermizos

Peter Böhl-Strauss es el encargado de una factoría dedicada a la fabricación de envases de vidrio. Viven todos los personajes en un pequeño pueblo de la Lorena francesa.

En un momento determinado, Peter, que era el responsable de la planta de fabricación, recibe el aviso de que, por la caída de la demanda, tiene que despedir a un tercio de la plantilla. Consulta con su mujer, que vive en la cercana Metz, para transmitirle su angustia. Ella le advierte que no debe preocuparse ya que, seguramente, con tantos años de experiencia en el sector, será capaz de reubicar a los trabajadores afectados en otra factoría cercana o, tal vez, conviniera establecer un sistema para conseguir la rotación en el trabajo y el desempleo para, desde esa básica solidaridad de 150 personas que se conocen de toda la vida, evitar que alguno pudiera resultar perjudicado.

En una amarga conversación con el responsable para Europa del holding al que pertenece la empresa propietaria de la planta de fabricación, recibe, en varias ocasiones, amenazas muy serias para el caso de que no se cumplan las instrucciones, advirtiéndole que se atenga a las consecuencias si no se ejecutan los  acuerdos adoptados desde la fría despreocupación y la lejanía.

Desde la confianza que creía tener con sus antiguos camaradas de toda la vida, a los que consideraba entrañables compañeros más que subordinados, en la engañosa certeza que la verdad infunde a las personas de bien, se reúne con el comité representante de los trabajadores, para explicar las alternativas viables. Todos son conocedores de la grave crisis que a todos afecta. Recibe una respuesta moderada, llegando al acuerdo de que cada uno puede adoptar la postura, de las varias opciones posibles, que mejor convenga a los intereses generales, pero siempre sin reducir la capacidad de producción, pues esto sería ya el indicador definitivo que marcaría el cierre total de la planta de fundido de vidrio.

Peter se encargaría de ayudar a sus empleados, de conseguir mantener la producción a un nivel razonable habida cuenta de la reducción de la plantilla y, de paso, llevando de cerca el asunto, convencer al representante del holding de que la empresa sería rentable y de que, con el nuevo procedimiento de reingreso, se podría incrementar la producción; para ello, remite un memorandum de mejoras necesarias  en la organización, como la renovación de medios, la modernización de procedimientos y un pequeño incremento de sueldo que incentivara la producción e hiciera más llevadero el trance por el que habrían de pasar los que, de forma rotativa, tendrían que quedar desempleados.

Noches sin dormir. Horas haciendo cálculos. Petición de consejos a sus colaboradores más cercanos, llamadas y comidas de trabajo con los responsables de otras plantas próximas, unas de la Lorena y otras de Baviera, le hicieron llegar a la conclusión de que el acuerdo que entre todos habían asumido, corresponsabilizándose de mantener el puesto de trabajo haciéndolo viable económicamente, sería la mejor manera de pasar el trance.

Seguro ya que que solo tenía motivos para su alegría, se fue una tarde a la oficina para terminar de perfilar el proyecto que, a todas luces, era viable, especialmente desde que el Delegado para Europa, Wilhelm Bach, tras realizar sus consultas, se comprometió a mantener en funcionamiento la planta y autorizar el pago del estipendio que, también él, con mucho trabajo, había conseguido por autorización de su superior. Y fue allí, llegando a la oficina, cuando encontró un escrito remitido por los representantes de los trabajadores, en el que le responsabilizaban de haber estado conspirando para conseguir él una subida de sueldo a cambio de expulsar a los empleados y aumentar la producción.

Peter descubrió a los redactores del escrito, por la pretenciosa pero torpe manera de redactar y no podía creerse que hicieran eso quienes conocían, de su boca y por sus documentos, todos los detalles del difícil negociado; que no solo no había conseguido un aumento de sueldo, sino que él había recibido una reducción del salario y que había hecho todo lo que había podido para impulsar el proyecto y ayudarles mediante su influencia, en su inteligencia y sus desvelos,con el fin de evitar los despidos. Todos ellos habían gozado de su confianza; había tenido siempre en consideración a personas que parecían razonables e, incluso, la mañana previa se felicitaron de haber podido salvar el empleo en una empresa prácticamente en bancarrota.

No le dolió tanto a Peter la desafección de los que lo injuriaban en el escrito, muchos de los cuales habían recibido su personal ayuda cuando la habían necesitado. Tampoco el resentimiento vindicativo y enfermizo que alguno de ellos le profesaba.  Lo que más le dolió fue la disimulación, la planificación del engaño, la cobardía de no hablar a la cara y la medida traición unida a la mentira dolosa.

Se planteó muchas estrategias para responder a los desafectos, pero llegó a la conclusión de que, finalmente, tenía la gran ventaja de estar ya seguro de la catadura moral de los que había considerado personas decentes, implicadas en conseguir sus mismos objetivos para la empresa; producir los mejores envases, al menor precio y labrarse un futuro en el contexto de la crisis.

Lúcido, por lo que la traición enseña, concluyó que desde siempre supo lo difícil que era gestionar los recursos humanos y acordó olvidar a esos sujetos como personas a considerar y, desde entonces, los calificó como un grupo de indeseables, contra los que nada perjudicial haría sino suprimirlos de su pensamiento; ignorarlos desde el desprecio y la fortaleza que siempre da a los hombres de bien haberse conducido de manera recta. Hundirlos en el olvido como sucede con los actores de una tragicomedia que, en la oscuridad del proscenio, desaparecen totalmente cuando se baja el telón.

La novela finaliza con la descripción del entorno más íntimo de Peter Böhl-Satrauss quien, con la música que más le gusta sonando de fondo, saboreando un vino tinto fuerte y espeso que va bien a su paladar; con la mesa preparada por él mismo, espera en su sillón, en penumbra, la llegada de su gente querida, a quien  agasajar junto  a sus amigos de toda la vida, aquéllos que le aconsejaban y le llamaban desde siempre por navidad o su cumpleaños solo por afecto, para compartir su tiempo y demostrarles su desinteresado cariño.