sábado, 9 de agosto de 2014

CANCIÓN TRISTE

Solo hay algo más importante que la inteligencia; la bondad. La falta de bondad anula la capacidad de entender; no ponerse en el lugar del otro hace que desde el principio yerre el entendimiento.

He terminado la lectura de un libro sobrecogedor relativo a la época de la Gran Purga estalinista. Se titula "El borracho y la vendedora de flores. Autopsia de un asesinato de masas" (Ed. Tallandier) y es una descripción detallada, una crónica explicativa con gran cantidad de detalles de las purgas que muchos cargan sobre Stalin, pero que, en realidad, fue la concreción histórica de un pensamiento totalitario que arrasó Europa; un continente que enloqueció tras el trauma de la primera Guerra Mundial.

El libro de Werth empieza describiendo el caso de un revisor de trenes que en una estación cercana a Moscú, borracho, arroja en la cantina una botella que viene a dar contra el retrato del presidente de la URSS. Mediante el inconsistente testimonio de dos testigos, en un procedimiento extrajudicial, administrativo, similar al que en nuestro país se tramita y finaliza con una multa de tráfico, en menos de una semana, el alborotador fue ejecutado mediante un tiro en la nuca, típico procedimiento de "fusilamiento" bolchevique.

Decenas de miles de personas murieron de esta forma bajo el dogma totalitario. Una instrucción secreta de Stalin reclamaba un número de detenciones y ejecuciones que había que alcanzar, dependiendo de los estados, las etnias o la condición social (antiguos propietarios de tierras, finlandeses, polacos, lumpenproletariado; desarraigados, niños mendigos...etc) que ocasionaron la muerte de muchos millones de personas por ejecuciones sumarias, hambre o enfermedades. Y todo esto en nombre de un ideal, nacido tras este sangriento parto, que pretendidamente traería igualdad, libertad y fraternidad. Otra vez. Todo esto en nombre de la razón, la lucha contra la opresión; la igualdad como liberación de los oprimidos.

En otro libro del mismo autor se da cuenta del genocidio de Nazino, una isla en medio de Siberia a la que fueron deportados varios miles de "indeseables" que acabaron por practicar el canibalismo
("L' île aux cannibales").

Como muchas veces ha sucedido, cuando la violencia cruda es la partera de la historia, a la acción sucede la reacción. Tras la Primera Guerra Mundial llegó un tratado injusto que humilló a Alemania tanto como este país había humillado antes a Francia, agredido en esta ocasión, pero agresor tantas veces en el siglo XIX. Alemania, para alcanzar la linea de flotación de los aliados, envió un torpedo llamado Lenin a organizar una revolución en el interior de un estado monárquico medieval y casi esclavista. Nació el experimento soviético y la aplicación práctica de la lucha de clases marxista  que acabó en las ejecuciones de masas y el Gulag.

La reacción acabó en la Segunda Guerra Mundial (hoy se cumple aniversario del infame lanzamiento de la bomba de Nagasaki), con la mayor carnicería que los tiempos hayan conocido.

Leyendo el libro de Werth uno concluye inmediatamente que lo que se relata no es posible más que cuando el poder cae en manos de un dictador enfermo, en el seno de una sociedad enferma, mediante el ejercicio del poder sin límites, en el que se desconocen los Derechos Humanos que, proclamados en la posguerra y recogidos por muchos países, son sistemáticamente despreciados en demasiadas ocasiones.

En un proceso de alucinación colectiva que también encontramos en Alemania y recuerda a la lógica sectaria y al metalenguaje de los terroristas, se creaban órganos que pretendidamente representaban al pueblo, a los soldados y trabajadores en un experimento alternativo a la democracia representativa ("democracia burguesa") pero que no era más que un proceso de decantación hacia la dictadura unipersonal. Trotski, judio ucraniano; asesino asesinado por Stalin, fue quien creó el metalenguaje representativo de una supuesta realidad alternativa a la burguesa; así, el Gobierno se llamaba Sovnarkom ( siglas de Consejo de Comisarios del Pueblo), los ministros eran "comisarios" y los encargados de "misiones especiales" eran los verdugos.

A nuestros ojos parece increíble que la humanidad pueda llegar a la degradación de las sociedades totalitarias europeas del siglo XX; todo sucedió porque gente inteligente consideró serlo más de la cuenta, se armó de un pretendido dogma superior y empezó a construir una Historia de liberación que nacería tras una violencia que debería ser transitoria en el proceso de nacimiento de la libertad. Lo que sucedió realmente ya lo conocemos.

Sin embargo en esa sociedad esquizoide existía el sentimiento de culpa ya  que muchos eran conscientes de lo que estaban haciendo. Modernos autores informan que Stalin se confesó varias veces en su vida. En el libro de Nicolas Werth se reproducen informes de altos cargos políticos que transcriben secretamente otros de los responsables de los campos de concentración, en los que se dice que la gente muere de frío, que no hay ropa, que se comen a los perros y padecen tuberculosos o tifus, que al no tomar verdura en meses sufren escorbuto y que eran tantos los deportados que llegaban  que morían a miles de frío siberiano o de pura desnutrición.

A la muerte de Stalin, Kruchev inició el proceso de revisión de la política soviética con el informe secreto al Congreso del PCUS, pero uno de los más competentes ejecutores de la política de disparo en la nuca y deportación había sido él, que organizó a su vez el asesinato del genocida Beria para hacerse con el poder.

A estas alturas, sin embargo, la violencia política no es agua pasada; esta mañana se han reanudado las hostilidades en Gaza. ¿Qué diferencia hay en considerar prescindible y objeto de eliminación a un alcohólico por considerarlo residuo marginal, un deficiente mental por ser una carga social o un judío o palestino por el mero hecho de serlo?

Durante la Segunda Guerra Mundial, la juventud europea en plena carnicería escuchaba a Piaf, Dietrich o a Vera Lynn (tiene 97 años) y su famosa canción "We`ll meet again" (Nos veremos de nuevo", una promesa a la espera del reencuentro con quien perdiera la vida). En la tragedia, las tres cantantes se entregan a la esperanza del amor, en canciones de desgarradora belleza.

Os regalo "We'll meet again" de la magnífica Lynn. Una canción a la esperanza. La canción más triste y esperanzada que se haya cantado.

Mientras que en la más trágica zozobra haya canciones al amor y la esperanza, la lucha por la bondad y la razón no está perdida.

https://www.youtube.com/watch?v=OJKMji2688M