lunes, 24 de agosto de 2015

Trabajo sucio

Chernaia rabota (черная работа) o "trabajo negro", 

literalmente, era una expresión rusa utilizada en la época 

de la NKVD soviética para referirse a los trabajos que se 


realizaban al margen de la propia ley y de cualquier 

procedimiento. Si ya esta ley o sus procedimientos 

significaban poco en el régimen de los juicios espectáculo

 de la purga del Gran Terror, todavía estos límites quedaban,


 si eso era posible, difusos respecto a 

determinadas decisiones políticas en relación con 

detenciones ilegales, torturas, coacciones o asesinato de

 unos determinados enemigos de clase o contrarios dentro 


del propio partido.


Hay que remontarse al final del primer tercio del siglo pasado


 para contextualizar la historia de un genocidio 

practicado materialmente por un solo individuo.



Tras la firma del pacto Mólotov-Ribbentrop, Polonia fue


 ocupada por Alemania y por la URSS desde el oeste y 

desde el este, respectivamente.


Tras esa ocupación, los miembros del politburó soviético, es 


decir, Stalin, Mólotov, Kálinin, Kagánovich y 

Voroshílov, acordaron la eliminación de 22.000 prisioneros 


de guerra polacos, al ser considerados

 "contrarrevolucionarios y saboteadores"; eran oficiales 


militares, policías, terratenientes, intelectuales y curas.

 Tras el avance alemán en dirección a Smolensk, a unos 350


 kilómetros de Moscú, ya en guerra Alemania y 

Rusia, cerca de la antigua frontera polaca, una partida de 


soldados del ejército alemán que perseguían a unos 

lobos, encontraron un montón de huesos humanos


 desenterrados en lo que pudiera ser una tumba. Tras

investigar encontraron, en el bosque de Katyn , centenares

 de cadáveres en descomposición, vestidos muchos de ellos

 con uniformes polacos y los brazos atados a la espalda con


 alambres. Los rusos, apoyados por los ingleses, 

aliados en contra de Hitler, aseguraron que esos cadáveres


 correspondían a unas ejecuciones realizadas por la

 Gestapo, lo que, por el estado de descomposición de los


 cadáveres, era una postura totalmente indefendible.

El debate sobre lo sucedido sigue abierto hoy en día a nivel 


político. Entre los rusos hay una corriente 

negacionista de los hechos que explica lo difundido como

 una maniobra contra Rusia en la que se 

habrían falsificado los documentos de los expedientes.

 Gorbachev, en los 90, entregó a su homólogo polaco 

una parte del expediente con la lista nominal de todos los

 polacos ejecutados, sin embargo, la Fiscalía Militar 

rusa, en un informe secreto, declaró años después, durante 


el proceso de apertura de archivos, que los 

hechos eran constitutivos de un delito de "abuso de poder"

 (sic!), el cual ha prescrito, lo que implicaría, como 

consecuencia,  no poder formular recurso ni tener acceso a

 los archivos que han sido declarados secretos, en un total

 desconocimiento de los principios de legalidad penal 

occidental, entre los que se encuentra, en lugar preeminente,


la publicidad. La calificación de la Fiscalía no es 

solamente un repugnante acto de cinismo, sino que pretende


 eludir la imprescriptibilidad del genocidio.

Por todo ello, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha 

condenado a Rusia a instancia de una organización

 de familiares de los asesinados.



Si la vergonzosa postura de Putin al respecto, a estas alturas


 de la Historia, no encuentra calificación que mida tal infamia,

 a lo largo de la Historia los dirigentes soviéticos se cubrieron

 de mayor deshonra aún, al intentar juzgar a los alemanes

 durante los procesos de Núremberg por este genocidio. En

 este asunto, todo se agrava si comprendemos cómo se

 ejecutaron los hechos en la conducta de uno de los

 verdugos estalinistas.

Vasíli Mijáilovich Blojín era un general de brigada, jefe de la 

Kommandatura del NKVD (Comisariado del 

Pueblo para Asuntos Internos, o policía secreta). Este 

personaje era un sujeto originario de una familia de 

campesinos que se sumó, tras la Primera Guerra Mundial, al 

Partido Comunista. Fue cooptado por Stalin y se 

convirtió en su verdugo particular, encargado de eliminar 

durante los mandatos de Yagoda, Yezov y Beria, a 

personajes importantes del propio Partido, el ejército o las 

letras rusas. Fue condecorado con los más altos 

reconocimientos por sus servicios y por la realización 


eficiente de sus cometidos, pues no solo era un asesino

 de masas, sino que mataba de manera eficiente. Es quien 

ostenta el oscuro récord de haber asesinado 

personalmente al mayor número de personas. Se calcula 

que en Katyn llegó a asesinar personalmente unas 10.000

 personas.

Cuando le hicieron el encargo  había allí demasiados 

prisioneros para su ejecución extrajudicial, por lo

 que fue necesario organizar un procedimiento normalizado 


de eliminación industrial, similar en el que se sigue 

en un gran matadero que debiera suministrar cientos de 

piezas de carne cada noche. Por ese motivo, organizó 

una cadena nocturna de eliminación que iniciaba con la

 identificación del sujeto, su depósito en el lugar de ejecución

 y su traslado a una gran fosa de 500 muertos de lado,

 donde era enterrado con centenares de compañeros de 

desgracia.


Blojín se encontraba de uniforme, vistiendo sobre el mismo 

un delantal de carnicero y unos guantes de goma. 

El ejecutado perdía la vida de forma tan rápida e increíble 


que su eliminación tardaba menos de tres minutos.

Se hacía como si se le identificaba. Con las manos sujetas a 

la espalda por alambre, se le introducía en una

habitación roja (la habitación de Lenin) insonorizada y

pintada de ese color para disimular la sangre, drenada y con

 una manguera para limpiar los restos humanos, tenía  una

 trampilla y una rampa en el lugar opuesto de la puerta de 

entrada. Era sujetada la víctima por los brazos y Blojín,

 desde la espalda, le hacía un disparo en la nuca, a la altura

 del cerebelo. Unos lo echaban por la trampilla, rampa abajo 

para cargarlo en un camión, otros limpiaban la sangre. Para 

el asesinato no usaba armas potentes o ruidosas, 

como el revólver Nagant del 7,65 mm. o la reglamentaria 


pistola automática Tokarev, que disparaba un cartucho

demasiado potente y ruidoso, que podía ocasionar rebotes 

al atravesar el cráneo y ensuciar demasiado, 

además de ser de disparo incómodo tras realizar una 


decena de tiros. Utilizaba una pistola alemana Walther 

Modell 2, del calibre 6,35 mm.; era un arma  de bolsillo 

pequeña y cómoda con la energía suficiente para una 

eliminación certera y eficiente del ejecutado; además era 

alemana, así como la munición, lo que facilitaría una 

pista para culpar a los nazis de este crimen concreto. 

Tristemente,en muchos mataderos se utilizan cartuchos

 del pequeño pero suficiente calibre .22, por el mismo 


motivo. Además del delantal y los guantes, portaba una 

cartera con varias pistolas para suplir averías.


Tras la muerte de Stalin, Blojín fue destituido de sus 

funciones y privado de sus honores por Jruchev, pero, a la 

muerte de éste, fue rehabilitado de nuevo. Para entonces se 


había convertido en una ruina; un alcohólico 

enfermo mental que acabó suicidándose (según las fuentes 

oficiales). Se encuentra enterrado en un cementerio 

moscovita junto a los restos de su familia.

viernes, 14 de agosto de 2015

Amy


Hace unos días que se ha cumplido el cuarto aniversario de la  muerte  de Amy Winehouse. Ayer tuve la ocasión de ver una película documental sobre su vida. El film, dirigido por Asif Kapadia, es certero en el análisis de la vida de esta vocalista extraordinaria. Fue una joven judía del norte de Londres. Vivió traumatizada por la ruptura de su familia, por la marcha de su padre, por quien sentía verdadera devoción. Era una mujer de una increíble creatividad, una clarísima voz de un matizado timbre metálico que le sirvió para referir el desgarro de su alma, a través de canciones que explicaban en un par de minutos, a ritmo desgarrado de Jazz, sus terribles tragedias amorosas.

Ella explica en uno de los fragmentos del documental coral que desde niña sufrió constantes depresiones que se trataba con seroxat y rohipnol. Permanentemente repetía que “estaba mal de la cabeza” y que por eso tenía que escribir canciones, como una especie de terapia para ralentizar su proceso realmente irrefrenable de autodestrucción.

Creo que fue el cantante Benett quien consideraba que era una vocalista de Jazz de la altura de E. Fitzgerald; era un alma vieja, por lo mucho vivido y sufrido, en un cuerpo joven. Es memorable el dueto de ambos.

Pero Amy continuó en un suicida proceso de autodestrucción; entre bromas proclamaba: “niños, el alcohol es malo”, mientras tomaba en los ensayos whiskys en vasos de medio litro a tragos sedientos de embriaguez y olvido.

Conoció a personajes del mundo del hip-hop y a cantantes de garaje. Tras una vida sexual extraordinariamente promiscua, se enamoró del politoxicómano Blake Felder porque, como ella dice en el título de una canción, necesitaba un amor que fuera más fuerte que ella. La compañía de Felder la llevó al crack, la heroína y la cocaína, aunque ella, tras vender su primer disco, se compró un piso para poder estar en él “todo el día fumando hierba”. Su relación con Felder fue absolutamente intensa y destructiva, en su canción “We’re still friends”, con una voz desgarrada por la tristeza, celebra su derrota.

Ya esquelética, en pantalones caídos, con aspecto de yonki deteriorado, vistiendo chupa de cuero, tatuajes carcelarios, exagerada mascarilla de ojos y peinado beehive demodé de los años 60, presentó sus nuevos discos, con canciones que hicieron época como “Hello, friend”, “Back to black” o su conocidísima “Rehab”, en las que iba desgranando sus  experiencias de doloroso desamor con desgarrado lenguaje o su resistencia a la rehabilitación, pues, como ella decía, “no tengo ni puta idea de lo que es el éxito, pero sé que es un rollo si no hay drogas”.

Alternaba sus poses en el photocall con los conciertos en los que aparecía totalmente borracha, para pretexto de los paparazzi que hacían escarnio de ella. Eran famosos sus conciertos en los que los pretendidos fans asistían desde la más inhumana tolerancia al deterioro personal y artístico de una de las mejores cantantes de los últimos 50 años.

En su imparable descenso por la pendiente de la autodestrucción, llegó a sufrir bulimia nerviosa. En las fotos del final de su cortísima vida algunos la comparaban a un jamelgo abandonado.

En una de sus canciones finales aseguraba que “el amor me está matando”. Apareció muerta por una parada cardíaca tras consumir una cantidad de alcohol tal que le indujo un coma etílico. Tenía 27 años.

Dejó canciones escritas con letra redonda de adolescente  adornada de corazones. Fue una mujer vulnerable, de maneras extravagantes que ocultaban ideas ingenuas. Y una cantante irrepetible que mezclaba esa ingenuidad con una coherencia que la hacía conocedora de su progresivo desvanecimiento.

Os regalo estas canciones.

 https://www.youtube.com/watch?v=tf5oxF5g4Cg

https://www.youtube.com/watch?v=Sls9tm300ug