Chernaia rabota (черная работа) o "trabajo negro",
literalmente, era una expresión rusa utilizada en la época
de la NKVD soviética para referirse a los trabajos que se
realizaban al margen de la propia ley y de cualquier
procedimiento. Si ya esta ley o sus procedimientos
significaban poco en el régimen de los juicios espectáculo
de la purga del Gran Terror, todavía estos límites quedaban,
si eso era posible, difusos respecto a
determinadas decisiones políticas en relación con
detenciones ilegales, torturas, coacciones o asesinato de
unos determinados enemigos de clase o contrarios dentro
del propio partido.
Hay que remontarse al final del primer tercio del siglo pasado
para contextualizar la historia de un genocidio
practicado materialmente por un solo individuo.
Tras la firma del pacto Mólotov-Ribbentrop, Polonia fue
ocupada por Alemania y por la URSS desde el oeste y
desde el este, respectivamente.
Tras esa ocupación, los miembros del politburó soviético, es
decir, Stalin, Mólotov, Kálinin, Kagánovich y
Voroshílov, acordaron la eliminación de 22.000 prisioneros
de guerra polacos, al ser considerados
"contrarrevolucionarios y saboteadores"; eran oficiales
militares, policías, terratenientes, intelectuales y curas.
Tras el avance alemán en dirección a Smolensk, a unos 350
kilómetros de Moscú, ya en guerra Alemania y
Rusia, cerca de la antigua frontera polaca, una partida de
soldados del ejército alemán que perseguían a unos
lobos, encontraron un montón de huesos humanos
desenterrados en lo que pudiera ser una tumba. Tras
investigar encontraron, en el bosque de Katyn , centenares
de cadáveres en descomposición, vestidos muchos de ellos
con uniformes polacos y los brazos atados a la espalda con
alambres. Los rusos, apoyados por los ingleses,
aliados en contra de Hitler, aseguraron que esos cadáveres
correspondían a unas ejecuciones realizadas por la
Gestapo, lo que, por el estado de descomposición de los
cadáveres, era una postura totalmente indefendible.
El debate sobre lo sucedido sigue abierto hoy en día a nivel
político. Entre los rusos hay una corriente
negacionista de los hechos que explica lo difundido como
una maniobra contra Rusia en la que se
habrían falsificado los documentos de los expedientes.
Gorbachev, en los 90, entregó a su homólogo polaco
una parte del expediente con la lista nominal de todos los
polacos ejecutados, sin embargo, la Fiscalía Militar
rusa, en un informe secreto, declaró años después, durante
el proceso de apertura de archivos, que los
hechos eran constitutivos de un delito de "abuso de poder"
(sic!), el cual ha prescrito, lo que implicaría, como
consecuencia, no poder formular recurso ni tener acceso a
los archivos que han sido declarados secretos, en un total
desconocimiento de los principios de legalidad penal
occidental, entre los que se encuentra, en lugar preeminente,
la publicidad. La calificación de la Fiscalía no es
solamente un repugnante acto de cinismo, sino que pretende
eludir la imprescriptibilidad del genocidio.
Por todo ello, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha
condenado a Rusia a instancia de una organización
de familiares de los asesinados.
Si la vergonzosa postura de Putin al respecto, a estas alturas
de la Historia, no encuentra calificación que mida tal infamia,
a lo largo de la Historia los dirigentes soviéticos se cubrieron
de mayor deshonra aún, al intentar juzgar a los alemanes
durante los procesos de Núremberg por este genocidio. En
este asunto, todo se agrava si comprendemos cómo se
ejecutaron los hechos en la conducta de uno de los
verdugos estalinistas.
Vasíli Mijáilovich Blojín era un general de brigada, jefe de la
Kommandatura del NKVD (Comisariado del
Pueblo para Asuntos Internos, o policía secreta). Este
personaje era un sujeto originario de una familia de
campesinos que se sumó, tras la Primera Guerra Mundial, al
Partido Comunista. Fue cooptado por Stalin y se
convirtió en su verdugo particular, encargado de eliminar
durante los mandatos de Yagoda, Yezov y Beria, a
personajes importantes del propio Partido, el ejército o las
letras rusas. Fue condecorado con los más altos
reconocimientos por sus servicios y por la realización
eficiente de sus cometidos, pues no solo era un asesino
de masas, sino que mataba de manera eficiente. Es quien
ostenta el oscuro récord de haber asesinado
personalmente al mayor número de personas. Se calcula
que en Katyn llegó a asesinar personalmente unas 10.000
personas.
Cuando le hicieron el encargo había allí demasiados
prisioneros para su ejecución extrajudicial, por lo
que fue necesario organizar un procedimiento normalizado
de eliminación industrial, similar en el que se sigue
en un gran matadero que debiera suministrar cientos de
piezas de carne cada noche. Por ese motivo, organizó
una cadena nocturna de eliminación que iniciaba con la
identificación del sujeto, su depósito en el lugar de ejecución
y su traslado a una gran fosa de 500 muertos de lado,
donde era enterrado con centenares de compañeros de
desgracia.
Blojín se encontraba de uniforme, vistiendo sobre el mismo
un delantal de carnicero y unos guantes de goma.
El ejecutado perdía la vida de forma tan rápida e increíble
que su eliminación tardaba menos de tres minutos.
Se hacía como si se le identificaba. Con las manos sujetas a
la espalda por alambre, se le introducía en una
habitación roja (la habitación de Lenin) insonorizada y
pintada de ese color para disimular la sangre, drenada y con
una manguera para limpiar los restos humanos, tenía una
trampilla y una rampa en el lugar opuesto de la puerta de
entrada. Era sujetada la víctima por los brazos y Blojín,
desde la espalda, le hacía un disparo en la nuca, a la altura
del cerebelo. Unos lo echaban por la trampilla, rampa abajo
para cargarlo en un camión, otros limpiaban la sangre. Para
el asesinato no usaba armas potentes o ruidosas,
como el revólver Nagant del 7,65 mm. o la reglamentaria
pistola automática Tokarev, que disparaba un cartucho
demasiado potente y ruidoso, que podía ocasionar rebotes
al atravesar el cráneo y ensuciar demasiado,
además de ser de disparo incómodo tras realizar una
decena de tiros. Utilizaba una pistola alemana Walther
Modell 2, del calibre 6,35 mm.; era un arma de bolsillo
pequeña y cómoda con la energía suficiente para una
eliminación certera y eficiente del ejecutado; además era
alemana, así como la munición, lo que facilitaría una
pista para culpar a los nazis de este crimen concreto.
Tristemente,en muchos mataderos se utilizan cartuchos
del pequeño pero suficiente calibre .22, por el mismo
motivo. Además del delantal y los guantes, portaba una
cartera con varias pistolas para suplir averías.
Tras la muerte de Stalin, Blojín fue destituido de sus
funciones y privado de sus honores por Jruchev, pero, a la
muerte de éste, fue rehabilitado de nuevo. Para entonces se
había convertido en una ruina; un alcohólico
enfermo mental que acabó suicidándose (según las fuentes
oficiales). Se encuentra enterrado en un cementerio
moscovita junto a los restos de su familia.
lunes, 24 de agosto de 2015
viernes, 14 de agosto de 2015
Amy
Hace unos días que se ha cumplido el cuarto aniversario de la muerte de Amy Winehouse. Ayer tuve la ocasión de ver una película documental sobre su vida. El film, dirigido por Asif Kapadia, es certero en el análisis de la vida de esta vocalista extraordinaria. Fue una joven judía del norte de Londres. Vivió traumatizada por la ruptura de su familia, por la marcha de su padre, por quien sentía verdadera devoción. Era una mujer de una increíble creatividad, una clarísima voz de un matizado timbre metálico que le sirvió para referir el desgarro de su alma, a través de canciones que explicaban en un par de minutos, a ritmo desgarrado de Jazz, sus terribles tragedias amorosas.
Ella explica en uno de los fragmentos del documental coral que desde niña sufrió constantes depresiones que se trataba con seroxat y rohipnol. Permanentemente repetía que “estaba mal de la cabeza” y que por eso tenía que escribir canciones, como una especie de terapia para ralentizar su proceso realmente irrefrenable de autodestrucción.
Creo que fue el cantante Benett quien consideraba que era una vocalista de Jazz de la altura de E. Fitzgerald; era un alma vieja, por lo mucho vivido y sufrido, en un cuerpo joven. Es memorable el dueto de ambos.
Pero Amy continuó en un suicida proceso de autodestrucción; entre bromas proclamaba: “niños, el alcohol es malo”, mientras tomaba en los ensayos whiskys en vasos de medio litro a tragos sedientos de embriaguez y olvido.
Conoció a personajes del mundo del hip-hop y a cantantes de garaje. Tras una vida sexual extraordinariamente promiscua, se enamoró del politoxicómano Blake Felder porque, como ella dice en el título de una canción, necesitaba un amor que fuera más fuerte que ella. La compañía de Felder la llevó al crack, la heroína y la cocaína, aunque ella, tras vender su primer disco, se compró un piso para poder estar en él “todo el día fumando hierba”. Su relación con Felder fue absolutamente intensa y destructiva, en su canción “We’re still friends”, con una voz desgarrada por la tristeza, celebra su derrota.
Ya esquelética, en pantalones caídos, con aspecto de yonki deteriorado, vistiendo chupa de cuero, tatuajes carcelarios, exagerada mascarilla de ojos y peinado beehive demodé de los años 60, presentó sus nuevos discos, con canciones que hicieron época como “Hello, friend”, “Back to black” o su conocidísima “Rehab”, en las que iba desgranando sus experiencias de doloroso desamor con desgarrado lenguaje o su resistencia a la rehabilitación, pues, como ella decía, “no tengo ni puta idea de lo que es el éxito, pero sé que es un rollo si no hay drogas”.
Alternaba sus poses en el photocall con los conciertos en los que aparecía totalmente borracha, para pretexto de los paparazzi que hacían escarnio de ella. Eran famosos sus conciertos en los que los pretendidos fans asistían desde la más inhumana tolerancia al deterioro personal y artístico de una de las mejores cantantes de los últimos 50 años.
En su imparable descenso por la pendiente de la autodestrucción, llegó a sufrir bulimia nerviosa. En las fotos del final de su cortísima vida algunos la comparaban a un jamelgo abandonado.
En una de sus canciones finales aseguraba que “el amor me está matando”. Apareció muerta por una parada cardíaca tras consumir una cantidad de alcohol tal que le indujo un coma etílico. Tenía 27 años.
Dejó canciones escritas con letra redonda de adolescente adornada de corazones. Fue una mujer vulnerable, de maneras extravagantes que ocultaban ideas ingenuas. Y una cantante irrepetible que mezclaba esa ingenuidad con una coherencia que la hacía conocedora de su progresivo desvanecimiento.
Os regalo estas canciones.
https://www.youtube.com/watch?v=tf5oxF5g4Cg
https://www.youtube.com/watch?v=Sls9tm300ug
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